¿DÍAS «MALOS» Y DÍAS «BUENOS»?

La sociedad en la que vivimos da por sentado que un día soleado y de temperatura «agradable» es un DÍA BUENO; mientras que un día nublado y lluvioso es un DÍA MALO. ¿Cuántos de nosotros nos levantamos y decimos «¡Qué lindo día!» si nos encontramos ante un día soleado y despejado y «¡Qué día horrible!» si llueve torrencialmente? Incluso los medios de comunicación, desde sus informes de Servicio Meteorológico, hablan de días que «mejoran».

En pos de querer integrar (un poco) esta mirada social determinante, es cierto que uno de esos días «buenos» requieren, quizás, menos organización para dar un paseo o salida. Cierto es también que un día de lluvia, bajo techo y un par de frazadas, es un sólido argumento placentero que encabeza la lista de preferencias de descanso y relajación de muchos de nosotros. Y finalmente, también es cierto que un día en contacto a un tibio sol nos reconforta y energiza mejor que ningún otro.

SIMPLEMENTE DÍAS

Pero pasemos a observar plenamente estas percepciones polarizadas, ya que un día es básicamente UN DÍA. Predisponernos a que un día será bueno o malo dependiendo de la visibilidad del sol y de la temperatura que ofrezca el ambiente resulta ser una conclusión demasiado simplista.

Pongámonos un poco más cuánticos y observemos que la unidad DÍA puede ofrecernos infinitas posibilidades; que la polaridad bueno/malo es absolutamente limitante y programante. Y es así que bajo estas condiciones empezamos a descubrir que estamos renunciando a un sinfín de posibilidades, excusándonos en que el día que se nos presentó «es malo», «vino fallado». Como si habláramos de un producto defectuoso…

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Grupo de Crianza Bio-Consciente, jugando en el parque de Munay bajo la lluvia.

EN EL CAMPO DE LAS CREENCIAS

Pasemos a hablar ahora de eso que anteriormente llamamos «lo programante«, que es nada menos que nuestro Sistema de Creencias. Acá tenemos para divertirnos…

Nuestro Sistema de Creencias es el que ha construido a los días malos y buenos. Para que exista esta clasificación hubo argumentos de validación. Y es aquí donde la cuestión se hace interesante, ya que prácticamente la mayoría (por no decir todas) de las argumentaciones son creencias que no han sido revisadas: simplemente se transformaron en verdades incuestionables. ¿Y acaso las hemos cuestionado?

Dentro de los mencionados argumentos, el más normalizado es el referente a la integridad de nuestra salud. Y es en este campo donde abundan las creencias no validadas/no cuestionadas por doquier.

No nos estamos cuestionando, por ejemplo, si pasar un día fresco encerrados con calefacción -a temperaturas superiores a la de la temporada- es más sano que salir afuera lo suficientemente abrigados como para adaptarnos paulatinamente al clima. El escenario puede invertirse si se trata en climas calurosos, más aún en estos tiempos de consolidación del aire acondicionado.

En resumen, CREEMOS QUE LA SITUACIÓN DE ENCIERRO NOS PRESERVA Y NOS MANTIENE «MÁS SANOS», CUANDO EL EFECTO SUELE SER TOTALMENTE CONTRARIO. Estamos eligiendo ambientes antinaturales no solo por confort, sino ya por creencias de que son mejores que los entornos naturales. Y es ahí donde considero importante implicarse.

Creemos que, luego de recuperarnos de un resfrío, es mejor mantenerse en entornos cerrados y con microclimas artificiales; (¡No vaya a ser que nos volvamos a resfriar!) y no estamos observando que así elegimos nadar en nuestro caldo de cultivo.

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Niños del Grupo de 4 a 10 años, jugando en el parque de Munay bajo la lluvia.

Tampoco estamos observando que afuera, el clima natural con el que nos toca convivir puede ofrecernos los anticuerpos necesarios para adaptarnos a la realidad que vivimos. A la realidad a la que debemos asumir y correspondernos. Son estos actos los que nos convierten en seres humanos más conscientes.

Es así que encontramos que los jueces que deciden nuestras instancias de salud no son el frío, el aire acondicionado, ni la lluvia «que moja»… Somos nosotros mismos.

 

EL LEGADO PARA LOS NIÑOS

  • Los niños nos brindan la oportunidad de actualizar y reversionar estas creencias. Nuestra percepción del mundo condiciona e influye en sus propias percepciones, que a su vez espejan las nuestras en reciprocidad. Entonces, proponernos hackearlas junto a ellos invitará a «cablear nuevos circuitos» y a establecer nuevos paradigmas. Cambiar nuestra «actitud ante la vida» cambiará la de ellos
  • A nivel pedagógico, estaremos acompañando a niños más saludables, más seguros de sí mismos y más conectados a los entornos naturales

 

  • Los niños, al tener oportunidad de interactuar con estos días «más hostiles», desarrollarán resiliencia

 

  • Al salirse de la polaridad, se librarán de una vida basada en expectativas ilusorias y comenzarán a familiarizarse y beneficiarse de una vida sin expectativas condicionantes 
La imagen puede contener: una o varias personas, exterior, texto y naturaleza
Fuente de la imagen: Facebook COMUNIDAD WALDORF
  • Por otra parte, una aclaración: proponernos cuestionar nuestras creencias y revisarlas para ir hacia una vida más saludable y coherente no implica juzgar su proceso de construcción; de hecho, seguramente, estas creencias han surgido desde las buenas intenciones. Detenernos a enjuiciar y desacreditar esos viejos paradigmas es perpetuar la misma polaridad bueno/malo – lindo/feo en la que estábamos

 

Observar, incluir, comprender la creencia, integrarla y reversionarla será sin dudas una revolución interna de impacto directo con el entorno en el que vivimos.

¡¡¡Que tengan un lindo día (soleado, lluvioso o como sea…)!!!   

 


Iván3 Por Iván Pujalka | Guía en Espacio Vivo Munay – Lic. en Comunicación Social

Facebook: Espacio Vivo Munay | espaciovivomunay.org


 

 

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